domingo, 19 de febrero de 2017


          El exterminio Selk'nam en Tierra del Fuego.


La cacería, ordenada por un solo hombre: José Menéndez, el gran latifundista del extremo sur de Chile.
El año pasado el historiador español José Luis Alonso Marchante encontró en la Biblioteca Nacional de España el texto original deTreinta años en Tierra del Fuego, del misionero salesiano, gran naturalista y expedicionario Alberto de Agostini. Con este libro en sus manos, el historiador comprobó que en las actuales reediciones del texto, incluida la realizada el 2013, faltaban párrafos y no cualquiera. En los textos censurados, el misionero era implacable: la extinción del pueblo selk'nam en la Patagonia chilena y argentina no fue obra de su "ignorante glotonería", "guerra entre tribus" o producto de su "miserable contextura física", como dictó durante muchos años la historia oficial, sino que producto del exterminio y la cacería, ordenada por un solo hombre: José Menéndez, el gran latifundista del extremo sur de Chile.
"Exploradores, estancieros y soldados no tuvieron escrúpulos en descargar sus mauser contra los infelices indios, como si se tratase de fieras o piezas de caza", reza uno de los párrafos censurados (De Agostini, 1929: 244).

 Este hallazgo junto a otros importantes testimonios se encuentran contenidos en el libro Menéndez. Rey de la Patagonia (Editorial Catalonia), recientemente lanzado en Chile y que, según historiadores expertos en La Patagonia, como Osvaldo Bayer, vendría siendo "el libro definitivo sobre la verdad ocurrida en el sur chileno y argentino".
Varios fueron los hombres que mataron indígenas con la finalidad de resguardar las estancias, otros sólo porque podían. Eso sí, hay dos a quienes se les identifica y recuerda como los principales responsables de este “genocidio”.

En 1886 Julius Popper y sus ayudantes llegaron desde Argentina a Tierra del Fuego. El ingeniero rumano pretendía extraer arenas auríferas a gran escala y fue esta “fiebre del oro” que desencadenó parte del exterminio de los indígenas.
Fotografías de sus expediciones, en las que se ve él y sus hombres junto a abatidos selk’nam son prueba suficiente de que estuvo vinculado en las cacerías.

Popper también estuvo involucrado en una expedición bajo el mando del oficial mayor Ramón Lista, en la Bahía de San Sebastián.

A su llegada divisaron una toldería ona, y pese a que ellos no los enfrentaron, Lista dio la orden a sus soldados de atacarlos, ocasionando la muerte de 27 selk’nam, entre hombres, mujeres y niños. Luego encontraron a un joven sobreviviente escondido en las cercanías, quien murió tras recibir 28 disparos.
Luis Garibaldi Hone, de madre selk’nam, contó a Chapman que Julius Popper mataba por gusto.

“Popper, un hombre educado, un ingeniero, matando indios y todavía tiene la desfachatez de hacer sacar la fotografía. Y mataba por matar, porque en ese tiempo cuando Popper cazaba él no tenía ovejas, si él era buscador de oro. Mataba por matar, de gusto”.

Por otro lado también se encuentra Alexander McLennan, más conocido como “El Chancho Colorado”, quien era administrador de las estancias de José Menéndez, uno de los primeros empresarios ganaderos que llegó a la zona.



Luego que alguien le propusiera civilizar a los indígenas, el Chancho Colorado respondió que era mucha molestia, “para civilizar, primero hay que educarlos; mejor es meterle una bala, se termina enseguida la historia”, consigna el libro.
Según el libro La Patagonia Trágica, él se vio involucrado en una serie de matanzas, una de ellas es la masacre de la playa de Santo Domingo. Ahí McLennan invitó a un grupo de selk’nam a un banquete con el pretexto de sellar un acuerdo de paz.

Él les proporcionó grandes cantidades de alcohol a sus invitados, y cuando éstos -en especial los hombres- estaban lo suficientemente ebrios el Chancho Colorado ordenó a sus ayudantes disparar desde las colinas, resultando más de 300 muertos.

Por si no fuera poco, McLennan pagaba una libra esterlina por cada oreja de los onas. Luego la exigencia pasó a ser más drástica, ya que se comenzó a exigir los genitales y cabezas de los indígenas.




Esto también lo confirmó Federico Echeuline, un mestizo noruego-selk’nam. “¡Para poner ovejas mataban indios!…A esos los hizo matar Chancho Colorado. Así que él pagaban una libra por cada cabeza de indio a los cazadores… A ellos les convenía, porque les pagaban libra esterlina por cada cabeza, y la mujer le cortaban los senos, entonces pagaban un poco más, una libra y media o algo así”, contó.

Garibaldi también relató la vez en que un grupo fue víctima de una emboscada por parte de Alexander McLennan. “En el Cabo Peñas hay un descanso de lobos, porque es muy desplayada… Hay peces y mariscos de muchas clases. Entonces, el Chancho Colorado puso una vez unos centinelas armados… cuando vino la marea alta, en una parte del acantilado del cabo los iban apretando y el que quería pasar para el lado de la gente le metían bala, así que las mujeres y los chicos se aglomeraron donde estaba el acantilado y ahí los ahogaron a todos”.
También se conoce el caso de una tribu que encontró una ballena varada en la playa de Springhill y como muchas veces aprovecharon de obtener alimento de ésta. En menos de 24 horas gran parte de ellos murieron, ya que el mamífero había sido envenenado.

Según la obra de Chapman, los selk’nam que sobrevivían se replegaban hacia el sur, arrancando de su muerte, sin embargo no podían alejarse más allá de los límites terrestres, ya que se encontraban en una isla y no sabían navegar. Otros fueron llevados a las misiones salesianas en Isla Dawson, donde de todas maneras terminaron muriendo por las enfermedades.




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